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En estas mismas fechas, dos años atrás me encontraba en Bali. Hoy pudiera pensar que es un recuerdo lejano, pero en mi corazón aún se siente presente. En este viaje conocí a una gran maestra, alguien a quien ya seguía a través de las redes sociales, María José Flaqué, quien fue mi guía durante un retiro, que junto con Loly Rehder -como maestra de yoga- nos llevaron a mí y a un grupo de mujeres hermosas de diferentes países, a profundizar en practicas de meditación, yoga y detox.

En este viaje guiada por mis ángeles, tuve la oportunidad de dejar un cuarzo en un lugar específico que me fue mostrado en una meditación meses antes de realizarlo; se trataba de una cueva junto al mar. Estaba un poco preocupada por no saber cómo encontraría ese lugar, una vez más pedí ayuda a los ángeles para que me guiaran a encontrarlo y así fue; guiada por mi corazón lo encontré muy cerca del hotel en donde me hospedaba en Uluwatu. Para acceder es indispensable conocer cómo se comporta la marea, ya que no es accesible durante todo el día, así que en el momento oportuno emprendí la caminata.

Al llegar al lugar, mis ojos se fijaron en un pequeño agujero en la arena, inmediatamente supe que era el sitio donde debía depositar el cuarzo con el que había trabajando por meses en mis sesiones de meditación y sanación con ángeles. Al dejarlo ahí, se hundió rápidamente, así que aunque hubiera querido, no hubiera sido posible tomarlo de nuevo. Después de cumplir con esta misión agradecí a mis guías y a la vida por permitirme esta experiencia.

Un momento inolvidable, al igual que lo es la Isla de Bali.

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